A LOS PIES DE SANTA ANA LA IMPONENTE CATEDRAL


Las cúpulas de la Catedral son parte del cielo. Sus hinchadas siluetas se anteponen a las sombrías nubes, cargadas de lluvia, que amenazan con su llanto de gotas persistentes; pero eso no asusta al viajero... y levanta los ojos y contempla -perplejo, absorto, maravillado- el extraño resplandor que las envuelve a pesar de la luz incierta.

Pero la contemplación no termina allí, se prolonga hacia los templos de esbeltos campanarios, a las calles adoquinadas, a las casas coloniales con balcones de hierro fundido y a las tejas rojizas que coronan las construcciones de Cuenca, la capital de la provincia del Azuay, ubicada en la sierra meridional del Ecuador.

Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, Cuenca (2549 m.s.n.m) es una ciudad de ambiente colonial, donde la centenaria prestancia de sus iglesias y edificios parecen dotar a sus habitantes de una acogedora tranquilidad, argumentos que le han valido para ser considerada, por muchos ecuatorianos, como la ciudad más bella de su país.

En 1557, los españoles la fundaron con el nombre de Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca. Anteriormente, la zona fue habitada por los nativos cañaris, que fueron conquistados por las huestes del Inca. Al apoderarse del lugar, los "hijos del sol" decidieron construir una gran ciudad (Tomepampa), destinada a convertirse en el Cusco del norte.

El pasado vive en Cuenca. Y eso el viajero puede sentirlo, como también siente que tras los muros coloniales se levanta una ciudad pujante, que mira al futuro con optimismo.

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